miércoles, 15 de julio de 2009

La noche 882.Ocios encantadores de la adolescencia.







Corrían los tiempos del sultán Scheriar, aquel que se hizo tristemente famoso por decretar la muerte de cada joven que pasara con él una noche , y el mismo que logró liberarse de ese infortunio cuando conoció a Scherezade y sus historias. Transcurridas las mil y una noches con igual número de historias, Scheriar llamó a los mejores escribas para dejar constancia de ellas, pero pasó por alto un suceso que a su criterio podía perjudicarlo.Es el que se refiere a cierta partida de ajedrez que jugó con Scherezade.
Solamente mencionó el asunto cuando las historias de las mil y una noches ya habían empezado a rodar por el mundo. Confesó recién entonces, que él propuso jugar una partida porque estaba seguro de ganarle, pero las cosas sucedieron así:
- Una vez extendido el tapiz que servía de tablero, comenzamos a mover las piezas.A Scherezade le tocaron las blancas. Desde un comienzo jugó con cierta displicencia, como si solamente le interesara la historia que me iba narrando.Hasta yo me interesé mucho en su relato.
Se trataba de un padre que al morir, en una ciudad hermosa entre las más hermosas, encomendó a su esposa muy especialmente, el cuidado del pequeño hijo.Más tarde, al morir también la madre , lo recomendó a la hermana de éste, rogándole que no lo contradijera en nada.
Recuerdo que a esta altura-dijo Scheriar- yo decidí no anotar la partida; tanto era lo que la historia me había empezado a interesar.
Bueno, el caso es que ni bien estuvo enterrada la madre, el chico fue en busca de la hermana y le dijo:
-Quiero reunir ahora mismo todo lo que poseemos en muebles, cosechas, cabras, en una palabra, todo lo que nos dejaron nuestros padres y quemarlo.
La chica, recordando lo que le pidiera la madre, apenas se animó a decir:
-¡Oh, querido! ¿Qué será de nosotros?
-Ya verás...dijo él, y prendió fuego a todo.
La gente de los alrededores, viendo el desastre hecho por el chico, se armó con palos y con cuanta cosa contundente encontró y los echó del lugar.
Los hermanos caminaron y caminaron,hasta que llegaron a una propiedad donde unos labradores estaban cosechando. Se ofrecieron para trabajar y fueron aceptados.Dias más tarde, cuando el chico quedó solo con los hijos del dueño, les hizo miles de zalamerías para conquistarlos y después les dijo:
-¡Vamos al campo para hacer como que trillamos!
Una vez allí, él hizo de grano y los otros como que lo trillaban,todo en broma, por supuesto.Pero cuando los papeles se invirtieron, y los chicos del dueño hicieron de granos, él los trilló realmente.Los hizo papilla.
Cuando la hermana notó la ausencia del hermano, pensó con acierto que estaría haciendo algo malo, y salió a buscarlo.Cuando lo encontró, él ya había terminado de trillar a los chicos.Ni bien se repuso un poco del horror, le dijo:
-¡Pongámonos a salvo!¡Mira lo que has hecho! Y tomándolo de la mano, lo obligó a salir corriendo.
Cuando el padre de los chicos papilla regresó y conoció la muerte de sus hijos, inmediatamente sospechó quienes serían los culpables .Entonces dijo a su gente:
-¡Hay que salir a buscar a esos infames! Y armándose de un modo terrible, con flechas y cuchillos, emprendieron la persecución. Al acercarse la noche, llegaron hasta un árbol muy gordo y muy alto.A su pié se acostaron a es`perar el dia.Pero dió la casualidad, que los perseguidos se habían escondido presisamente en la copa del mismo árbol.
Cuando despertaron y vieron toda esa gente allí abajo, el chico dijo:
-¡Mira! ¿Ves ese hombre que está durmiendo parado? Voy a hacer mis necesidaes en su cabeza.
-¡No hagas éso, hermano mio!¡Estaremos perdidos sin remedio! Todavía no saben que estamos escondidos sobre sus cabezas y si te quedas quieto se marcharán y nos veremos libres.
-¡No quiero quedarme quieto! -dijo él- y acurrucándose en la rama más alta, dejó caer sus excrementos en la cabeza y rostro del amo, que quedó inundado.

El hombre, el sentir todas aquellas cosas, despertó sobresaltado y mirando hacia arriba, divisó en la copa del árbol al muchacho que se limpiaba tranquilamente con las hojas.En un santiamén tomó el arco y disparó sus flechas contra él. Pero como el árbol era muy alto no lo alcanzó.Entonces despertó a su gente y le dijo:
-¡Tiremos abajo el árbol!
La joven al oír ésto gritó desesperada:

-¡Hermano, estamos perdidos!

-¡Todavía no estamos en sus manos! ,fue la respuesta.Y en ese mismo momento, un fabuloso rock descendió sobre ellos y los remontó entre sus garras como si fueran una roca. Y los dos hermanos quedaron libres.

- En ese momento,dijo Scheriar, vi como Scherezade con una torre me daba un mate inolvidable.Me sentí herido, mortificado; en otro momento su osadía le habría costado la vida seguramente.pero yo no era el de antes y estaba muy enamorado de ella.Eso, si, a los escribas que redactaron las mil y una noches, no les hablé de esta derrota.










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